Siguiendo con el contenido de las semanas pasadas, en el primer artículo  reflexionábamos acerca de lo que supone el resentimiento, ese bucle que perpetúa el pasado y despoja a la persona de libertad y de paz, y en el segundo artículo, sobre  lo que es el perdón, abordándolo desde la investigación de la psicología humana.

Es necesario subrayar la posible percepción equivocada que puede sugerir en un primer momento la palabra “perdón”.

No se trata de tolerar la injusticia o hacerse insensible ante ella, no se trata de olvidar, comprender o excusar el daño recibido. Se trata de un proceso mental resultado de una intención inicial y de un largo esfuerzo, de un proceso personal que lleva a un estado de conciencia que no genera más sufrimiento.

Perdonar es un acto de liberación psicológica, de apertura a la realidad del dolor.

El perdón nos saca del papel de víctimas entrando en un rol que asume la responsabilidad de la distorsión de las emociones, y que sustituye la visión túnel, propiciada por la reactividad,  por una visión clara, no afectada. Ello abre el espacio a una intervención equilibrada, decidida.

Perdonando, sueltas todo lo que te impide responsabilizarte de tu dolor.

Quizá tomemos medidas para protegernos de una nueva posible exposición, y/o puede que demos pasos ante la ley si se ha dado en un ámbito que nos puede amparar para ayudarnos. Pero el punto aquí, es que sean los pasos que se den, en el interior habrá desaparecido el odio, la venganza, el resentimiento.

Como dice Irene Villa*, habrás cortado ese hilo invisible que te unía a tu agresor. Un perdón que en un principio puede no ser movido por la virtud de la compasión hacia el otro, pero sí por amor hacia ti mismo.

Ante el resentimiento se abre la oportunidad de un trabajo interno. No se trata de un acto externo, sino de un trabajo que requiere silencio, que requiere aprender a resituarte una y otra vez en el presente cada vez que descubres que de nuevo estabas envuelto en ese “canto de sirenas” al que hacía alusión al principio.

A través de la atención plena, de Mindfulness, se aprende a resituarse en el presente y se ejercita ese estado de consciencia, de claridad, de amabilidad hacia ti, permitiendo una buena gestión de la emoción, que impide su distorsión, y de una buena gestión de la mente, que no sucumbe a la rumiación y a la violencia, sino a la paz y el bienestar.

* Entrevista a Irene Villa

 

Con mis mejores deseos,

Mercedes Rubio

Silencio Mindfulness
Espacio de bienestar y control del estrés en Soria

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