Ya ha pasado una semana desde que empecé a compartir con vosotros este camino que me he propuesto de mostrar Mindfulness en Soria. Es mi propósito que las personas de mi ciudad conozcan qué es Mindfulness para que se puedan beneficiar de esta valiosa herramienta. Mejorando la calidad de vida personal se mejorará la calidad de vida de la sociedad, porque el estado de cada uno afecta a los demás y puede convertir el entorno en algo más agresivo o en un medio más humanizado y acogedor.

Hablábamos la semana pasada del reto que suponía explicar qué es Mindfulness. Partiendo desde la sencillez de una explicación en torno a una de sus aplicaciones (el Control del Estrés y la Ansiedad) fuimos llegando al núcleo de su verdadero significado:

“ser conscientes plenamente del momento presente”.

Dicho así puede no decir nada. Ya son tan manidas las expresiones tipo “disfruta el aquí y el ahora”, “pon atención plena en cada momento”, “vive el presente”, que de no parar a reflexionar de verdad en su significado, es como una radio de fondo, eslóganes que se han puesto de moda.

Pero Mindfulness no es un simple brote atendiendo a este movimiento de búsqueda del bienestar que parece haberse puesto de moda.

Mindfulness se deriva de una práctica oriental milenaria, que introducida en Occidente ha despertado tal interés que científicos y neurólogos se dispusieron a investigar para entender, verificar y explorar su influencia en la mente humana y sus aplicaciones.

Mindfulness es neurociencia. Mindfulness es un método de práctica mental basado en la evidencia científica de la plasticidad de nuestro cerebro. La evidencia de que, con el entrenamiento adecuado, el ser humano es capaz de rediseñar sus conexiones neuronales para “darse cuenta” y “poder ser dueño” de lo que piensa, de lo que siente y de lo que hace.

Por una parte, una espiral de pensamientos inútiles, nos secuestra gran parte de las percepciones y nos impide sacar el verdadero provecho para el que está diseñado nuestro cerebro. En este estado de distracción nos movemos impelidos por la costumbre. Ante decisiones mínimas, como el camino que tomamos al salir del trabajo, hasta cuestiones de envergadura, reaccionamos sin pensar, carecemos de respuestas conscientes. El “piloto automático” nos guía y la reacción emocional se impone a una respuesta serena. Ello va haciendo cada vez el “pozo” más profundo y difícil de digerir, pero no nos damos cuenta porque nuestros sensores de lo que pasa físicamente en nuestro cuerpo, están insensibilizados y no nos podemos beneficiar de su importante labor de avisarnos de lo que está ocurriendo.

Nuestra forma de pensar, de sentir, de obrar van conformando nuestras redes neuronales formadas por conexiones que cuantas más veces se llevan a cabo más se consolidan y más difícil se hace salir de ellas.

La semana que viene os contaré el ejemplo con el que yo percibí con claridad cómo el entrenamiento de Mindfulness puede invertir estos procesos y a partir del cual yo decidí que quería experimentarlo. ¡Feliz semana!

Mercedes Rubio Condado

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