Nos hallamos ante una creciente popularidad de Mindfulness que está permitiendo dar a conocer esta práctica en ambientes que nadie se habría imaginado. Por una parte, el resultado de este crecimiento ha sido, en muchos casos, muy benéfico.

En la medida en que Mindfulness continúe popularizándose, se convertirá en un importante instrumento de cambio social, pero sólo siempre y cuando se enseñe de manera adecuada y competente.

Esta creciente demanda por intervenciones basadas en Mindfulness, junto con el hecho de que esta práctica es en apariencia muy sencilla de enseñar y realizar es probablemente una de las razones por la que el número de personas que se creen capacitadas para enseñar Mindfulness o que se autodenominan instructores o facilitadores, ha aumentado notablemente.

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Mindfulness es engañosamente simple y esta aparente simplicidad ha llevado a muchas personas a autoproclamarse “instructores” o “maestros” de Mindfulness sin que cuenten con la comprensión y formación suficiente en el tema. Ante la falta de regulación y criterios que existe actualmente, es necesario establecer las competencias mínimas que todo instructor debe tener, dada la proliferación de programas e instructores que no cuentan con las credenciales adecuadas, además de las potenciales consecuencias negativas para los participantes y el buen nombre de Mindfulness. Este problema de falta de regulación profesional también existe en otras áreas de servicios en salud mental y capacitación, por lo que no es exclusiva del mundo de Mindfulness.

Asimismo, proliferan profesionales de otras áreas, que sin tener la preparación y menos aún, cumplir con los estándares de enseñanza de instructores de Mindfulness, se atreven a implementarlo dentro de su profesión mediante tintes de algo en lo que no se han formado, contentándose a lo sumo con unos cursos o lecturas. Cierran así, en muchas ocasiones, las puertas a que sus clientes o pacientes puedan llegar a conocer realmente lo que Mindfulness puede aportarles creyendo que es sólo esas pinceladas someras, o en ocasiones, que son sin más unos audios que cuando llegan a casa les aburren soberanamente.

Por otra parte, quienes enseñan esta práctica tienden a tratar constantemente con personas que depositan su confianza en el instructor y que en ocasiones se encuentran en un estado de vulnerabilidad psicológica y/o física , a veces sin tener una visión crítica en cuanto a su formación o conciencia del daño psicológico que puede causar un facilitador sin preparación. Es por ello que las implicaciones éticas y profesionales de este trabajo deben quedar claras para el instructor, quien es responsable de la calidad de sus servicios.

La semana que viene hablaremos de cuáles son los estándares de enseñanza que deben reunir los instructores de Mindfulness, criterios mínimos específicos, o de primer orden, propuestos desde un punto de vista integral, ético y profesional.

 

Mindfulness tiene mucho que brindarte, no te pierdas la oportunidad de sus beneficios si te interesa esta enseñanza. Cerciórate de que la persona que va a enseñarte sea un instructor cualificado y certificado.

Tu bienestar es tu tesoro, vela por él.

Mercedes Rubio Condado

 

 

(Entrada basada en las palabras del Dr. Eric López Maya en su artículo para el Instituto Mexicano de Mindfulness)

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